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El miedo, ese asesino silencioso

Hace unas semanas compré por Mercado Libre un tejido de alambre (de esos electrosoldados que se usan para cercos, pérgolas, etc) para armar una pérgola en casa.
Como me suele pasar: compré de más. Así que decidí vender el resto del alambre por el mismo medio (Mercado Libre).

Lo publiqué un Miércoles a las 13:00 y 4 horas después recibo un aviso de Mercado Libre que lo había vendido. Perfecto! Incluso lo había puesto al mismo precio x metro que la compra original así que notable!
Revisé la compra y me pagó mediante Mercado Pago usando una tarjeta VISA, en fin, todo normal.

Un rato después del aviso me llaman de un teléfono fijo al celular un tal Juan Rodriguez que coincidía con el nombre del comprador que me había llegado.

Capitulo 1: ¡para qué abrís la boca!

No sé cómo decir esto de un modo "políticamente correcto" pero la manera de expresarse parecía de alguien que no tenía un gran nivel de educación. Demasiado "lunfardo" para hablar con alguien que no conocía.

El diálogo fue más o menos así:
- Te compré el alambre por Mercado Libre, pagué con Mercado Pago y quería coordinar la entrega.
- Sí, perfecto! Yo estoy cerca del Estadio Centenario y el rollo no es muy grande, de 1.5 de alto por 40 cm de diámetro (temiendo que no supiera lo que era el diámetro). En un auto entra bien, mismo sino en la baca lo llevás sin problema.
- (silencio....) ¿Lo podré llevar en el bondi?
- (silencio....) Pahh la veo complicada porque no es fácil de manejar, de pronto podés pero capaz se te complica. No te preocupes, yo te lo arrimo el sábado si te sirve esperar ¿dónde estás vos?
- Es para una tía mía que vive por General Flores y Aparicio Saravia.
- (silencio....) Ahhh ok, bueno  - pensando: "en qué me metí!", en mi cabeza esa zona la asociaba a noticias policiales, digamos que no la domino pero en mi cabeza no era un lindo lugar para ir. Pero bueno, ya me había ofrecido así que adelante, segui con el dialogo - Pasame la dirección por whatsapp así me queda y llego bien.
- Pahh vos sabés que no puedo porque tengo un problema con el celular que no me agarra internet, si querés te la digo ahora.
- No, dejá, el viernes nos comunicamos y ahi coordinamos bien la hora.

Corté y quedé con esa sensación de "¡en qué me metí!"
No me cerraba que compraba para la tía, su manera de expresarse, el lugar de entrega, tener una VISA, en fin... quedé pensando si no sería todo un "cuento del tío" (o "tía" en este caso) pero listo... la venta estaba hecha y el compromiso asumido.

Capítulo 2: Guatemala a guatepeor

La historia continúa cuando Juan me llama el viernes para coordinar los detalles.
Ahí me pasó "bien" el lugar y estaba duro... la dirección no era muy precisa, era más o menos, muchas referencias del tipo "de la casilla verde", tomás el camino, le das hasta el fondo y ahí la casa de más del fondo, donde termina el camino....
El no iba a estar pero que preguntara por Aída.

Mi "inquietud" aumentó, sospechaba que iría a dar vueltas por un lugar desconocido, que me sonaba peligroso, buscando a una tal Aída de la cual no tenía más datos y el celular del comprador seguía sin funcionar. ¿Sería una mosca en la leche? probablemente.
Usé Google Maps para hacerme una idea donde sería y no estaba muy "mapeada" la zona, ni que hablar el street view. A su vez los nombres de las calles me sonaban a policiales en el noticiero.

Pero bueno, lo dicho: la transacción estaba hecha y el compromiso asumido.

Capitulo 3: la entrega

Sábado 9:30 am cargué el alambre en la camioneta, había quedado estar a las 10 y si hay algo que me caracteriza es ser puntual.

Salí para el lugar, llegué a la zona bastante rápido con las indicaciones de Juan. Terminé en el fondo de un camino, de un barrio humilde y desconocido, mucho pasto, animales sueltos, caballos pastando... digamos que es esa zona gris de "campo citadino" o "ciudad campesina" donde un caballo pasta a la sombra de lo que parece una parada de ómnibus urbano y otro revuelve una bolsa de basura tratando de alcanzar una hoja de lechuga. Poca gente, alguno en una bicicleta vieja, algún otro arrastrando los pies y levantando polvo en el camino....todo muy quieto.
He recorrido muchas canchas de fútbol amateur en Montevideo y esos paisajes me suenan conocidos.

Sea como sea, terminaba el camino contra un alambrado caído, un parrilla vieja que hacía las veces de portón, un pastizal importante, algunos árboles bajos, algunos cañaverales.. ahí terminaba mi viaje. No había muchas casas, pero a unos 40 metros, detrás de lo que parecía una higuera, pintada de un verde estridente imposible de ignorar, aparecía una casa.
Bajé de la camioneta, golpee las manos con la timidez de quien no está seguro de nada y de atrás de la higuera apareció una veterana, chiquita, caminando despacio por un trillo en el pasto que la conducía a la parrilla-portón y por ende a mí.

Cuando llegaba casi al portón le dije: - ¿Aída? - con un tono que me pareció casi implorante, rogaba que fuera Aída, a quien no conocía pero al menos algún dato de aquella transacción sería verdad.
- Si - contestó- con una sonrisa cansada que me tranquilizó, fue como una brisa fresca en el calor de mi inquietud y añadió - ¿ud es el del tejido? Lo estaba esperando
- Si, contesté, ¿como le va?
- Bien m'hijo, me dijo mi sobrino que iba a venir - y agregó - ¿No se anima a arrimármelo hasta la casa? vió como es... - acompañado de un gesto que me sonó a "si lo dejo acá no dura 3 minutos".

La propuesta implicaba recorrer los 40 metros por el trillo hasta la casa portando el tejido y sobre todo alejarme de la camioneta que era, en ese momento, mi nave espacial, era el único medio para volver a un mundo más seguro, conocido, previsible.

Pero algo en Aída inspiraba confianza, a su vez era obvio que ella no podría hacerlo por sus medios y que dejarlo en ese lugar hubiera sido una mala idea.
Contesté - Si, claro, ningún problema.
Bajé el tejido de la camioneta, la tranqué, ella me abrió la parrilla-portón, miré de reojo una casilla de perro medio destruída pero no vi perro alguno ¿estaría atado a la higuera? ¿estaría en el pastizal? ¿sería el recuerdo de un perro que ya no existía? ¿un aviso como esos que dicen "Casa con Alarma"? "bueno, tranquilo, vas con Aída" pensé.
Caminé detrás de Aída, a su ritmo lento por el trillo, con el rollo al hombro, con la tranquilidad que trasmitía Aída o la de quien está totalmente jugado, alejándose de su cápsula espacial a ritmo lento.  Me pareció un viaje largo, lento, me mantuve alerta y callado.

Llegamos a la casa, muy humilde pero prolija, bajo la higuera un matecito de esos forrados de metal (¿aluminio?) que cuenta tantos años como abolllones, apoyado sobre una mesita redonda, de esas viejas de jardín con patas curvas y algo rococó, que uno no sabe si eran así o las dobló el tiempo, también uno imagina el hierro debajo de esas 20 capas de pintura, la ultima de ellas blanca que mantiene el óxido a raya.

- Déjele acá m'hijo - me dijo Aída indicando una pared donde apoyarlo.
Así lo hice y empecé la despedida con - Bueno, muchas...
Pero ella me interrumpió  con un - Espere un poquito m'hijo - y, sin darme chance, entró en la casa.

Ahí quedé yo: bajo la higuera, a 40 metros de mi cápsula espacial, rodeado de pastos, en un lugar desconocido, con un perro de cuya existencia no estaba seguro pero imaginaba bravo en todo caso.

Pensando cuánto tardaría en llegar a la camioneta y si el perro sería suficientemente veloz como para atraparme. ¿llegaría a la camioneta antes que el perro? ¿Se detendría el perro en el alambrado casi imaginario pero claramente marca su territorio?
Si hay algo peor que un perro bravo y suelto, agazapo en el pasto, es un perro bravo y suelto agazapado en la imaginación. Uno no lo ve venir pero lo va mordiendo por dentro, cada vez es más fiero y eso que no le tengo miedo a los perros (de carne y hueso).
¿Trepar a la higuera? no parecía capaz de soportar mi peso.
¿Entrar en la casa? no parecía buena opción, probablemente el perro entraría tras de mi y el invasor estaría perdido.

El del perro era un escenario posible, pero había peores, no olvidaba que todo podía ser una trampa. Que estaba en ese mundo ajeno, amenazante, desconocido por una llamada telefónica de un desconocido... las otras alternativas dejaban al perro como un pájaro inofensivo picoteando un higo...

La sonrisa de Aída era mi cable a tierra, era lo que me mantenía ahí parado bajo la higuera esperando, no se qué, pero esperanzado que el perro no fuera bravo y que aquello no fuera una trampa.

En fin, en medio de esa espera sale Aída de la casa y me extiende una mano con algo en ella que llegué a percibir, entre sus dedos añosos y algo torcidos, eran monedas. Acompañó el gesto con otra sonrisa y un - Tome, m'hijo.

En una fracción de segundo entendí todo, que aquello no era una trampa, entendí que no existía el perro, que Juan era Juan, que no precisaba correr, que no era necesaria mi cápsula de escape, que no había amenazas externas y eran todas producto de mi imaginación y paranoia. Entendí que Aída era Aída y su sonrisa era genuina y que me estaba dando una propina por el gesto de llevarle el tejido hasta su casa.
Sentí tranquilidad e inmediatamente verguenza. Verguenza de mí mismo y de mi imaginación. Nunca hubiera aceptado aquellas monedas y menos después de como mi "enano interno paranoico" había tratado a Aída, Juan, su casa y hasta su perro.
Me negué a aceptar la monedas, ella argumentó que el flete no era parte del precio acordado, me negué, insistió, me negué, insistió y finalmente extendió su mano hasta el bolsillo de mi canguro donde depositó las monedas con un lapidario - De ningún modo, ud lo tiene que aceptar o yo me voy ofender.
Listo. Se terminó la negociación, si mi "otro yo" había sospechado de todo, no podía permitir que mi "este yo" la ofendiera.

Caminamos despacio de vuelta hasta la parrilla-portón.
Me contó que quería el tejido para cercar alguna parte donde tenía la quinta y también el terreno porque los caballos de los vecinos le comían todo. Ya les dije - comentó - pero vio como son - con un gesto de "estoy vieja y no quiero líos".
Me contó que hacía dulce de higos pero que los pájaros la tenían loca y no dejaban a los higos madurar, se los comían antes que ella los pudiera cosechar.
Pregunté sobre el perro señalando la casilla, sonrió como recordando y comentó - Ahh no, ya no está con nosotros, le dije a mi sobrino que la sacara pero nunca me hace caso - detecté un poco de dolor antiguo y no insistí en detalles.

El viaje de vuelta me pareció corto, demasiado corto, demasiado rápido, quería saber más de los planes de Aída.
Por un segundo quise volver a la sombra de la higuera a compartir un mate con ella, quería sacarme el retrogusto desagradable de la verguenza. Quería limpiar mi culpa con una buena charla y acompañarla un poco.
No lo hice, entre la verguenza y la timidez, seguí mi camino y la camioneta ahora no parecía una cápsula salvadora, parecía más bien una celda cegadora, una pequeña colina desde la cual uno mira y juzga, piensa que se aleja de sus miedos y los alimenta, se aprieta cada vez más en su círculo de más cercanos y más chiquito.

El miedo aleja, impide, paraliza, asfixia, el miedo mata, de a poco, lento, callado, pero mata. Mata a quien lo sufre y mata a quienes lo rodean, mata a Aída y mata a Juan. El miedo separa, derriba puentes y mata a los individuos y a las sociedades.

Lo bueno es que solo pasa si uno lo deja, si uno lo alimenta en sí mismo y en los demás, siendo caja de resonancia de todas las cosas tristes que pasan. Por esto, está en cada uno de nosotros combatirlo cuando lo identificamos ¿hay riesgos? sí, siempre los hay pero vivir es correr riesgos, lo otro es morir, de a poco, pero morir.

Notas al pié:
Aun no cobré el tejido, supongo que en algún momento recibiré el dinero, de todos modos fue un excelente negocio para mí.

Mis disculpas y mi agradecimiento a los Juanes y Aídas que anden por ahí.

Dudé mucho en escribir este post.
Escribiéndolo siento nuevamente la verguenza que viví en el momento.
Además, no sé si lograré trasmitir el tema y aportar un mínimo granito de arena para que alguien no sienta miedo o, por el contrario, entraré en la caja de resonancia moledora de quienes desde sus capsulas espaciales juzgan alegremente, haciendo que todo esto genere más miedo.
Pero como dije: vivir es correr riesgos, lo otro es morir. Yo elijo vivir.

Seguro hay casos totalmente contrarios a lo que me pasó a mí, mi solidaridad con quienes los padecieron y me entristece cuando eso pasa, de todos modos eso no cambia que mi experiencia haya sido educadora.

Update Mayo/2018: alguno me preguntó si finalmente había cobrado. Tema menor en este caso para mí, pero sí: efectivamente cobré. 

Comentarios

  1. Me quedo con esta frase: "El miedo separa, derriba puentes y mata a los individuos y a las sociedades."... Como decís, hay casos contrarios, pero si el miedo nos deja y nos animamos mas, hay muchos mas casos como este... Es cuestión de que les demos la oportunidad... Todos tenemos que hacer el esfuerzo de mantener esos puentes colgando, funcionando, para que no quedemos todos aislados. Una frase que sobrevuela todo tu relato es "el ser humano es inherentemente bondadoso", y la idea es operar siempre desde ese supuesto.

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    1. Totalmente de acuerdo!
      Hay muchos artículos sobre las sociedades/organizaciones más avanzadas (o que funcionan mejor) y en esas la confianza es la piedra angular. Todo lo que mine la confianza es muy dañino.

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  2. Excelente post Gustavo, me hizo pensar en todas las situaciones parecidas que he vivido y compartí la sensación de vergüenza cuando, en el relato, Aída vuelve con las monedas y el miedo se convierte un sonrojo interior que te hace transpirar.

    Gracias.

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    1. Gracias Gabriel!
      Si, tal cual. Cada vez que recuerdo el momento tengo la misma sensación, como erizarte por dentro...

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  3. Excelente post! Me alegra que te animes a contarlo, estoy seguro que tu vivencia al compartirla ayuda a promover el mensaje y la conciencia.
    No está mal tener miedo, el miedo es lo que nos mantiene vivos, es un instinto, es supervivencia, lo importante es nunca perder la conciencia de que algún fundamento poseen esos miedos, sean racionales o irracionales, reales o infundados. Es importante aprender de ellos y ver cómo manejarlos.
    Si la historia hubiera sido a la inversa, habrías dicho, 'no debo de ser tan confiado, debí escuchar más esa voz de mi conciencia sobre qué cosa me decia y haber estado mejor preparado para la situación', el miedo te prepara para lo inesperado, trata de acelerar algo en ti para estar listo, sin embargo hay gente que bajo el temor no actúa o actúa de la forma incorrecta.
    Aplaudo que en tu caso siguieras adelante y hayas tenido la aventura, cuando la historia termina te das cuenta que simplemente fue eso, una aventura. No hay que tener vergüenza, vergüenza debería tener el que no hace lo que tú hiciste.
    Los pensamientos son pensamientos, sólo viven en ese instante en tu cabeza, lo importante son la actitud y las acciones que terminas realizando, esas son las que verdaderamente valen.

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    1. Gracias David. Comparto que el miedo es lo que nos hizo sobrevivir como especie, en este sentido es bueno. A su vez el "miedo creado por alarma social" (por decirlo de algún modo) no es buena cosa, es un mensaje que te va permeando y ese es el que te mata y, eventualmente, nos matará como especie (o cambiará radicalmente nuestra escencia).
      Pero en fin, no soy sociologo ni mucho menos así que la dejo por acá :)

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  4. Gracias Gustavo por compartir esta experiencia! Fue un placer leer tu relato, un clarísimo ejemplo de como saliste de tu zona de confort, enfrentastes tus miedos y creencias, y llegaste a la zona en donde ocurre la magia! Felicitaciones ;)

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  5. Gracias por tan clara y sensible historia de un momento vivido. Cuando salgo de mi zona de confort por mi falta de conocimiento de los barrios montevidianos, siento miedo y me recupero y me alivio solo cuando llego a las zonas que son de mi cotidianidad.
    Pero por ser docente de muchos años se que hay gente muy humilde pero muy humilde y muy honesta que vale la pena conocer. El bien de las personas no lo hace la educacion se lleva desde la cuna

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  6. Excelente. Si fuera tu editor te hubiera dicho que lo terminaras en el párrafo.
    “No lo hice, entre la verguenza y la timidez, seguí mi camino y la camioneta ahora no parecía una cápsula salvadora, parecía más bien una celda cegadora...” Siempre me pareció que las grandes obras no te dan las respuestas o conclusiones digeridas porque lo lindo a veces es que ni las hay (no en este caso o dependera del lector), solo te transmiten de manera excelente como tu cuento la vivencia. Las conclusiones las puede hacer cada uno desde la conexión que es facil hacer con la calidad de lo contado. De vuelta… me pareció excelente.

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    1. Gracias Nicolás!
      Sí, lo medular es la experiencia en sí, luego las "conclusiones/pensamientos" que generó en mí nomás.
      Compartir eso, no busqué una "gran obra", es compartir (ambas cosas) y el que la lea la toma o la deja, comparte las mías o tiene las suyas.
      Capaz, como vos decís, es "la moña de más" pero tampoco esperaba una "gran obra". Capaz es simplemente que no me tengo fe para expresar algo y como técnico que soy me quedo con: "ok, cual es el punto?"
      En cualquier caso: me alegro que te haya aportado!! Vamo'rriba y gracias por el comentario!

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  7. Excelente historia y tremendo aprendizaje!

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  8. Genial la historia y genialmente contada!
    Please, un libro, una serie de netflix o algo. En serio te lo digo :)

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  9. Excelentemente relatado; es cierto que cuando salimos de nuestra zona de confort (o aún no saliendo de ella) somos tremendamente prejuiciosos con el negro, el vendedor humilde o con cualquiera que consideremos que no entra en nuestro cánones de "igual", y empiezan todos los miedos a aparecer; por suerte la vida nos da estas vivencias y por suerte hay gente como tú que aprende de ellas. No hay que ver la realidad por el ojo de la cerradura, hay mucha gente esencialmente buena. Gracias Gustavo.

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