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Mostrando las entradas de agosto, 2013

La anacahuita

Cuando niño pasaba mucho tiempo en el campo, creo que hasta los 15 años falté pocos fines de semanas y también mucho tiempo de mis vacaciones los pase allí. Allí, frente al galpón había una gran anacahuita, similar a esta: Aquel árbol era especial. En los veranos, las chicharras comenzaban a cantar temprano presagiando que la sombra reparadora de aquella anacahuita nos iba a proteger del abrasador calor del mediodía. Soportaba el otoño por ser perenne, como preparándose para el invierno. Cuando este llegaba su copa nos protegía de las heladas aislándonos reparándonos del frío rocío y cortando el gélido viento. En primavera florecía y su olor se esparcía por todo el patio llegando hasta el fondo del galpón donde se mezclaba con el cuero, lana, grasa y el conjunto componía un aroma especial, irreproducible.